"-Puedes ir a darte un baño. Estás congelada y te sentará bien."
Eso le había dicho Cat. Había aceptado porque el café de sus ojos la hipnotizaba, se perdía dentro de él y perdía la sensatez. Pero una vez dentro del baño sintió nauseas: había un enorme espejo en frente de la bañera. Lo último que quería hacer era verse, ver lo penosa que era. No podía dar la vuelta y rechazar el baño para no ser descortés, además de que tenía la cara húmeda y las manos heladas y con sangre seca, un poco de vapor caliente y jabón no le venían mal. Así que, intentó desvestirse de espaldas al cristal, lo más rápido que pudo, evitando mirar ni una mínima parte de su reflejo. Se metió en la bañera, la llenó de agua hasta arriba, cogió el jabón que le parecía tenía el nombre más bonito y se acostó.
Apoyó la cabeza en los azulejos y se atrevió a mirar hacia delante, porque el vapor había empañado el cristal y ya no se veía nada. Se quedó pensando en nada,con la mente en blanco, hasta que se agarró las rodillas con las manos, se hizo un ovillo y sumergió la cabeza con el resto del cuerpo. La sacaba el tiempo suficiente para coger aire y la volvía a meter. Así diez veces, veinte, cuarenta. Perdió la noción del tiempo, y cuando consideró que llevaba demasiado abusando de la hospitalidad de Cat, se levantó.
Se secó el cuerpo y la cabeza con una toalla, se la enrolló al cuerpo y esperó a que el cristal se desempañara. Cuando su reflejo empezó a hacerse visible, cogió aire, tensó los labios, y deshizo el nudo que mantenía la prenda agarrada al pecho.
Si no hubiese estado tan cansada se habría sonrojado ante su imagen desnuda (si es que el cansancio podía controlar eso, o era solo una prueba más de su falta de sentimientos). Cuando llevaba un buen rato mirándose y odiándose, Cat llamó a la puerta.
- ¿Estás ahí? ¿Estás bien? Llevas un buen rato dentro.
- Pasa - le dijo. ¿PASA? Estaba desnuda y le dijo pasa. Ya no tenía ni pudor, ni vergüenza, solo quería una compañera de fatigas, que le ayudara a odiar y criticar su cuerpo.
- ¿Estás b...?¡lo siento! Perdona, he entrado en mal momento.
- No, quédate.
- ¿No te da vergüenza?
- Debería, pero creo que no. No mucha al menos. Lo que me da corte es que veas lo asquerosa que soy. Creo que esto es como un aviso de mí para ti - no apartaba los ojos del espejo -. Es como si quisiera que vieses a lo que te enfrentas. ¿Estas segura deque quieres ser mi amiga? Yo creo que no.
- ¿Eres tonta? ¿Por qué dices eso?
- ¿Es que no lo ves?
- ¿Ver el qué?
- Todo - se señaló primero al cuerpo y después al espejo -. Todo. lo gorda que estoy, las heridas, mis venas, mi piel transparente, mi pelo estropeado, mis rodillas torcidas. Mi cara fea, mi nariz asquerosa. Mis ojos perdidos, las ojeras, las cejas desordenadas. Mis labios diminutos y secos. Mis tobillos salientes, mis muñecas débiles.
- No. No estás gorda. De hecho estás muy delgada. Estoy segura de que una falda tuya me sirve solo para ponérmela en una pierna. Tienes las rodillas huesudas. Me imagino que hace mucho que no tomas una comida completa. Se te notan las costillas. Tienes los pómulos muy marcados. Y las ojeras... creo que las ojeras son solo por lo delgada que tienes la cara. Y aún así estás guapa. Ah, por cierto, tienes los labios pequeñitos pero preciosos, más carnosos que los míos...
Se quedó un rato mirándose, hasta que empezó a temblar.
- Ponte esto, anda, que te va a coger el frío - le ofreció un pijama que le quedaba grande y ropa interior blanca.
En lo que quedaba de noche no volvió a hablar, se tumbó en una cama demasiado suave, se abrazó a una almohada demasiado suave y se envolvió con unas mantas demasiado suaves. Cat le habría obligado a comerse un caballo si no se hubiera quedado dormida tan rápido, empapando la cama con el pelo mojado.
Y por primera vez en mucho tiempo, no tuvo pesadillas.