miércoles, 3 de diciembre de 2014

Capítulo 21

Señales de que algo va mal:

Se dejó de maquillar y cambió la ropa por el pijama. Sólo salía a la calle si era estrictamente necesario. Dormía más de lo normal y nunca estaba descansada. A veces comía a las once de la mañana y otras a las cinco de la tarde. Por lo general no tenía apetito, pero cuando esa mano invisible le estrangulaba la garganta empezaba a llenarse de comida. Luego se sentía culpable y empezaba a provocarse náuseas. 
Si tenía que hacer algo, evitaba las horas puntas y procuraba cruzarse con la menos gente posible. Le había comido la lengua el gato y la virgen del puño cerrado le instaba a la tacañería de palabras.No sonreía a menos que fuera por educación.
Ponía la alarma para las nueve y las clases empezaban a las ocho, se iba a dormir a las diez. Y aún así se quedaba en cama. Dejó de ir a clase y siguió durmiendo, y le dolía la cabeza, la espalda y la tripa. Después el dolor se mitigó y lo sustituyó la nada y el vacío y el color gris. 
Leía todos los días la misma página del mismo libro. Tapió el espejo con cinta americana, porque mirar su reflejo era una broma de mal gusto. 
Metió su móvil en un vaso de agua porque ya no lo necesitaba. La gente se había asqueado de su modo de vida y preferían no acercarse mucho porque la depresión se contagia por el aire. 
Dejó de regar sus flores y se sintió identificada con ellas, cada día hacía un retrato de su putrefacción.

377 retratos, uno por cada día que pasó sin ser persona. Seguían en la libreta que guardaba en su mochila rota. 
377 flores marchitas con su nombre debajo, la pintura más sincera de lo que era su alma en aquel momento. 


sábado, 30 de agosto de 2014

Capítulo 20

Mientras paseaban, sintió de nuevo esa extraña calidez que la envolvía estando con Cat. Hacía frío, pero su piel blanca ya estaba curtida. Caminaban despacio, pero sin pausa, Cat le contaba de todo pero ella no se centraba en nada. De vez en cuando se reía, sin ningún motivo, simplemente notaba como la risa explotaba desde el fondo de la garganta, y esa sensación le humedecía los ojos. A veces miraba los ojos marrones de su amiga (¿amiga? Cómo le costaba decir esa palabra), pero cuando esta le devolvía la miraba y se encontraban pupila con pupila, se le aceleraba el pulso y tenía que desviar sus ojos a otra dirección.

Amiga. Amigo. Amistad. Esa es una palabra muy fuerte. Hay gente que se la toma tan a la ligera que duele. Un amigo es alguien en quien confías, alguien a quien le darías tu vida porque sabes que nunca te dejará caer. Un amigo se crea a través del tiempo y de la confianza, de las experiencias vividas, de todos los "nunca le había contado esto a nadie". La amistad es ese sentimiento que incluso supera al amor. Una felicidad que da miedo. Saber que puedes compartir las conversaciones más profundas o los silencios más sepulcrales, y seguir sintiéndote cómodo. Sólo tu amigo puede reírse de ti, y sólo tú puedes bromear con sus inseguridades. Dos amigos discuten peor que dos enemigos, y cuando hacen las paces las hacen mejor que cualquier pareja. Desconfía de la gente que tiene muchos amigos, eso significa que no tiene ninguno. Hay amigos y Amigos, así, con mayúscula. Puedes rodearte de gente para pasarlo bien, puedes tenerles cariño y puedes pasarlo genial con ellos, pero ser Amigos es algo más. 
Hay amigos para pasar el rato, y amigos para pasar la vida. Un amigo no te abandona aunque pase el tiempo, si lo necesitas estará ahí. Si él te necesita, estarás ahí. Un amigo escucha, aconseja, es un hombro para llorar. Y si necesitas desahogarte, si tienes miedo, luchará por ti.

Por un amigo se hace de todo, se aguanta de todo, se saca el valor de debajo de las piedras porque es tu amigo y es una parte de ti. A un amigo nunca se le deja tirado.

Nunca.

viernes, 1 de agosto de 2014

Capítulo 19

- Hablemos de tus cicatrices.
Cat se había sentado con ella en unas sillas de mimbre. Le había servido el desayuno, galletas, tostadas y leche con cacao, pero no tenía ganas de comer.
- ¿Cicatrices? No tengo cicatrices. Si piensas que soy de esas que se cortan para sentir dolor estás confundida. O sea, no me he intentado suicidar, no de ese modo al menos. No soporto el dolor, soy súper cobarde, ya lo sé, pero prefiero métodos menos dolorosos para calmar el sufrimiento.
- Boh, qué aburrido, ¿no? Al menos tendrás otro tipo de cicatrices, ¿verdad?
- ¿Otro tipo...? 
- Recuerdos traumáticos,  pesadillas que se repitan, algo que hayas pasado que no te deje vivir como lo hacías antes...
- Empiezo a pensar que la que está mal aquí eres tú.
- Jo, es que nunca he visto a alguien tan interesante.
¿Interesante? Parece que aquel ficus de ojos verdes no resultaba tan aburrido al resto de gente. Inconscientemente cogió una galleta y se la llevo a la boca.
- Bueno, no sé. Antes era muy feliz. Ahora no es que esté triste, es simplemente que no soy. No estoy. Es horrible. La verdad es que no sé qué ha desencadenado esto, pero ya no me apetece hacer otra cosa más que dormir. Y... no sé. Me siento abandonada. Por todos. Al principio pensé que era por fea y dejé de comer para estar más guapa. Luego me di cuenta de que era una tontería, pero era demasiado tarde y ya había perdido el apetito. Empecé a tener ataques de ansiedad, vómitos. Empecé a llorar por las noches y luego ya lloraba de día. Pero tenía miedo de que la gente sintiera asco por mí, así que me escondí y reprimí lo que sentía. Me estaba quemando por dentro y no podía contárselo a nadie por si me dejaban tirada. La verdad... la verdad es que no recuerdo bien todo lo que me pasó, tengo muchas lagunas de estos últimos meses. Sólo sé que perdí un gran apoyo. Me abandonó. Era lo más importante que tenía y se fue.
-¿Tu novio?
- No, no, para nada.
- ¿TU NOVIA?
- No jajajaja. No era mi pareja. Era como mi toma de tierra. Me mantenía a flote cuando me hundía, me enseñó a volar. Siempre me mareaba, ¿sabes? Desde primaria. Pero cuando estaba a mi lado nunca me pasaba nada, era como llenar mi cuerpo de una sensación reconfortante, como un caldo caliente y suave, que me acariciaba la piel por fuera y el alma por dentro. Pero pasó lo que tenía que pasar. Le dí mi vida, me dejé sujetar por sus manos, y ahora ya no está. Se rompió el hilo rojo que unía nuestros meñiques. Me ha soltado y me he roto en mil pedazos. He sido una idiota por darle mi vida a alguien que se cansó de mí. Pero no lo pude evitar. Porque estaba tan bien cuando su sombra era mi sombra, tan bien cuando sus ojos y los míos brillaban al mismo tiempo. ¿Conoces la expresión media naranja? ¿O la de almas gemelas? Pues yo creo que la gente las ha interpretado como una pieza que encaja a través del amor romántico. Es decir, consideran que encontrar a tu alma gemela es encontrar a tu príncipe azul. Yo creo que no es así. Tenía a mi alma gemela, lo sé, y sé que no tiene nada que ver con eso. Sólo sé que me complementaba, que podíamos pasar horas en silencio y hablar más que nadie nunca. El amor no es sólo besos y sexo. El amor pueden sentirlo dos personas que no están enamoradas, y pueden sentir algo tan fuerte que cuando se apaga les deja desolados. Yo estoy desolada. Un huracán me ha destrozado por dentro. Y para ser sincera, no quiero arreglarme. No quiero volver a ser feliz si la felicidad que encuentro no es como aquella que sentía. Lo sé, soy idiota.
- Nah, no eres idiota. Idiota es no saber diferenciar un triángulo de un cuadrado. Ah por cierto, me alegro de que hayas desayunado.

Sin darse cuenta se había acabado todas las galletas.

viernes, 11 de julio de 2014

Capítulo 18

Hacía tiempo que no encontraba entre las sábanas el descanso que buscaba. Llevaba semanas, quizá meses, con ataques espasmódicos, que le despertaban en mitad del sueño sin dejarla respirar y con el corazón a cien por hora. Los ataques de ansiedad no se presentaban solo por las noches, la asaltaban también de día, en cualquier momento.

Lo realmente terrorífico de un ataque de ansiedad es que es inesperado, te ataca por sorpresa, te asfixia con sus manos de acero cerrando tu garganta, te paraliza el corazón sin darte tiempo a reaccionar. Y al mismo tiempo, puedes verlo llegar, sientes cómo se acerca, cómo aumenta tu ritmo cardíaco, cómo alrededor de tus ojos empieza a extenderse la oscuridad. El ataque te aísla, te ancla al suelo dando bocanadas de aire, aire que se escapa de tu cuerpo, que está desapareciendo. Es como ahogarte en un mar sin agua. Te arde la garganta, tienes ganas de llorar pero las lágrimas no salen. Un ataque de ansiedad es como un "intento de", es una muerte que no es muerte del todo, es una asfixia que te deja un mínimo de aire para seguir viviendo y para poder seguir sufriendo. Tienes ganas de patalear, de gritar, de agitar la cabeza, pero una fuerza te lo impide. Estas atrapado en una estatua que es tu cuerpo, una cárcel. Sientes algo como nauseas, notas como se te duerme la boca, una sensación de hormigueo en los dientes. Quieres que se acabe ya. Ese sufrimiento es lo peor que un ser humano puede soportar, es un infarto ininterrumpido, es la muerte que viene de visita y se queda para mirarte con sus cuencas vacías y te dice que tienes que seguir viviendo y aguantando ese dolor mucho más. Porque durante un ataque de ansiedad sabes perfectamente lo que pasa. Eres consciente de lo que te está ocurriendo, sabes que se pasará y que volverás a la calma. Sabes que no te vas a morir por eso. Y la consciencia solo lo hace más tenebroso. Te arrebata la posibilidad de terminar con todo y te estampa en la cara esa realidad maldita, ese futuro oscuro que te absorbe y que te invita a seguir llorando a escondidas, que te asegura que la vida no es de color de rosa, que no te preocupes porque no te van a faltar los problemas.

Dura aproximadamente unos tres minutos, pero en él se te va media vida. Uno no sabe realmente cómo se acaba un ataque de ansiedad. Si se apaga poco a poco o se marcha como una inyección letal. Sólo sabes que te sientes más débil, que tiemblas, que parece que el mundo se ha venido abajo. De pronto puedes volver a respirar. 

Lo único que puede frenar el dolor de la ansiedad es un apretón de manos, un abrazo que te relaje el pulso. Compañía. Pues el peor enemigo de una mente atormentada y de un alma desquebrajada es la soledad.

martes, 17 de junio de 2014

Capítulo 17

"-Puedes ir a darte un baño. Estás congelada y te sentará bien."

Eso le había dicho Cat. Había aceptado porque el café de sus ojos la hipnotizaba, se perdía dentro de él y perdía la sensatez. Pero una vez dentro del baño sintió nauseas: había un enorme espejo en frente de la bañera. Lo último que quería hacer era verse, ver lo penosa que era. No podía dar la vuelta y rechazar el baño para no ser descortés, además de que tenía la cara húmeda y las manos heladas y con sangre seca, un poco de vapor caliente y jabón no le venían mal. Así que, intentó desvestirse de espaldas al cristal, lo más rápido que pudo, evitando mirar ni una mínima parte de su reflejo. Se metió en la bañera, la llenó de agua hasta arriba, cogió el jabón que le parecía tenía el nombre más bonito y se acostó. 
Apoyó la cabeza en los azulejos y se atrevió a mirar hacia delante, porque el vapor había empañado el cristal y ya no se veía nada. Se quedó pensando en nada,con la mente en blanco, hasta que se agarró las rodillas con las manos, se hizo un ovillo y sumergió la cabeza con el resto del cuerpo. La sacaba el tiempo suficiente para coger aire y la volvía a meter. Así diez veces, veinte, cuarenta. Perdió la noción del tiempo, y cuando consideró que llevaba demasiado abusando de la hospitalidad de Cat, se levantó.
Se secó el cuerpo y la cabeza con una toalla, se la enrolló al cuerpo y esperó a que el cristal se desempañara. Cuando su reflejo empezó a hacerse visible, cogió aire, tensó los labios, y deshizo el nudo que mantenía la prenda agarrada al pecho. 
Si no hubiese estado tan cansada se habría sonrojado ante su imagen desnuda (si es que el cansancio podía controlar eso, o era solo una prueba más de su falta de sentimientos). Cuando llevaba un buen rato mirándose y odiándose, Cat llamó a la puerta.

- ¿Estás ahí? ¿Estás bien? Llevas un buen rato dentro.
- Pasa - le dijo. ¿PASA? Estaba desnuda y le dijo pasa. Ya no tenía ni pudor, ni vergüenza, solo quería una compañera de fatigas, que le ayudara a odiar y criticar su cuerpo. 
- ¿Estás b...?¡lo siento! Perdona, he entrado en mal momento.
- No, quédate. 
- ¿No te da vergüenza?
- Debería, pero creo que no. No mucha al menos. Lo que me da corte es que veas lo asquerosa que soy. Creo que esto es como un aviso de mí para ti - no apartaba los ojos del espejo -. Es como si quisiera que vieses a lo que te enfrentas. ¿Estas segura deque quieres ser mi amiga? Yo creo que no.
- ¿Eres tonta? ¿Por qué dices eso?
- ¿Es que no lo ves?
- ¿Ver el qué?
- Todo - se señaló primero al cuerpo y después al espejo -. Todo. lo gorda que estoy, las heridas, mis venas, mi piel transparente, mi pelo estropeado, mis rodillas torcidas. Mi cara fea, mi nariz asquerosa. Mis ojos perdidos, las ojeras, las cejas desordenadas. Mis labios diminutos y secos. Mis tobillos salientes, mis muñecas débiles.
- No. No estás gorda. De hecho estás muy delgada. Estoy segura de que una falda tuya me sirve solo para ponérmela en una pierna. Tienes las rodillas huesudas. Me imagino que hace mucho que no tomas una comida completa. Se te notan las costillas. Tienes los pómulos muy marcados. Y las ojeras... creo que las ojeras son solo por lo delgada que tienes la cara. Y aún así estás guapa. Ah, por cierto, tienes los labios pequeñitos pero preciosos, más carnosos que los míos...
Se quedó un rato mirándose, hasta que empezó a temblar.

- Ponte esto, anda, que te va a coger el frío - le ofreció un pijama que le quedaba grande y ropa interior blanca. 

En lo que quedaba de noche no volvió a hablar, se tumbó en una cama demasiado suave, se abrazó a una almohada demasiado suave y se envolvió con unas mantas demasiado suaves. Cat le habría obligado a comerse un caballo si no se hubiera quedado dormida tan rápido, empapando la cama con el pelo mojado. 

Y por primera vez en mucho tiempo, no tuvo pesadillas.

Capítulo 16

Encontrar a alguien que te quiera no es complicado. Lo que sí es difícil es encontrar a alguien que no deje de hacerlo.
Ella, por muy fría que parezca, por muy seria y por muy callada que sea, jamás dejará de querer a nadie. Si has conseguido entrar a su cerrado corazón, te la has ganado para siempre. Ese amor infinito que puede ser capaz de dar, a veces es una condena. Se ha pasado toda su vida queriendo, para ver cómo el amor puede ser caduco en otros casos. Ha vivido más despedidas de las que su corazón podía soportar. Cada persona que la ha dejado atrás se ha llevado parte del color de sus mejillas, parte del brillo de sus labios.
Pero esta vez era distinto, se ha quedado sin latidos y sin carcajadas.
Lo peor en este caso es no poder buscar un culpable. Aunque lo haga, señale, se enfade, se irrite, llore, no puede culpar a nadie. Porque es "algo normal". Las personas cambian, las cosas cambian. Y no siempre tienes que ser el centro de su universo. Si te entristeces o te enfadas eres una infantil "porque tú solita te lo has buscado" o "¿qué quieres? ¿que alguien deje de vivir su vida sólo porque a ti se te ha ocurrido que le necesitas?"
Por favor, no seas estúpida. Nadie necesita a nadie para seguir viviendo. Nacemos solos y morimos solos. La felicidad no reside (y no debe residir) en otra persona. No podemos ser enfermos dependientes de otros brazos. No podemos buscar constantemente hombros en los que llorar.Tu vida la vives tú y nadie más. Nadie puede controlar tus emociones, ni ser causa de tu tristeza o alegría. Porque si es así, acabarás siendo sólo una marioneta.
Si te duermes en los brazos de alguien le estás entregando tu alma. Y si te quedas sin alma vagarás eternamente en un estado impasible, en blanco y negro, incapaz de confiar en nadie, de sentir afecto por nadie. Si alguien se lleva tu alma le pertenecerás. Y te perderás a ti misma. Los relojes se romperán y dejarás de querer. 
No le des a nadie tanto poder sobre ti. Y sobre todo, no pierdas la consciencia de lo que le has dado. Nadie que se lleve tu alma es malo, lo que sí es dañino y doloroso es su acto, aunque no lo sepa y aunque no lo entienda.

martes, 10 de junio de 2014

Capítulo 15

" - ¿Conoce usted esos días en los que se ve todo de color rojo?

  - ¿Color rojo? Querrá decir negro.
  - No, se puede tener un día negro porque una se engorda o porque ha llovido demasiado, estás triste y nada más. Pero los días rojos son terribles, de repente se tiene miedo y no se sabe porqué. "

Uno puede tener mirada de tristeza, porque estar triste es un derecho universal. Pero hay niveles de tristeza, y ésta puede pasar de un mero estado de ánimo cualquiera, a ser una enfermedad infecciosa e incluso contagiosa. Por eso alguien triste tiene mirada triste, pero alguien enfermo de tristeza tiene la mirada vacía. Alguien puede tener un día negro, o un día rojo.
Y cuando los días rojos pasan a semanas rojas y las semanas a meses, ya pierdes la cuenta. Pierdes la cuenta, pierdes la cabeza, pierdes las ganas y pierdes la vida. Pierdes la belleza y lo pierdes todo.

- Tienes las manos destrozadas.

Ella ya no sabía si llovía al otro lado del cristal o que sus ojos ya se quedarían mojados para siempre. Cat le sostenía las manos en las suyas, más pequeñas y más suaves, y al contrario de lo que habría hecho con cualquier otra persona, no tenía ganas de retirarlas de un tirón. Se sentía incómodamente cómoda, por eso, la satisfacción de estar allí sentada, en casa de Cat (ni idea de en qué calle estaba, ni de qué piso era, si el portal era bonito o feo, no recordaba cómo había llegado hasta allí más que el olor a pan recién hecho y la sensación cálida en los zapatos), le hacía mirar forzosamente hacia otro lado. 

- ¿Por qué tienes las manos así? - le insistía.

Entonces se obligó a mirarse las manos. No recordaba que estuvieran así. Se encontró con las uñas rotas, mordidas, y los bordes de los dedos en carne viva. Algunas heridas incluso sangraban. 

- La verdad es que - no era capaz de hablar bien mirando los ojos oscuros de Cat, parecía que se la iban a tragar, pero bajar la vista hacia las manos le producía náuseas -... la verdad es que no me acuerdo. Yo tenía las manos bonitas... creo. Bueno bonitas a lo mejor no, pero no así. Antes tocaba el piano.

- ¿Antes? ¿Por qué lo dejaste?

- No lo dejé. Me dejó él a mí.

- No te entiendo - Cat se reía, ¿cómo podía reírse alguien en un momento como ese? ¿Y cómo podía a ella no molestarle que lo hiciera? 

- Pues... no sé. Sólo se fue. Se fueron las ganas que lo llamaban. Se fueron las mariposas en la tripa cada vez que acariciaba una tecla. Se fueron las manías de oler las partituras antes de tocarlas, de calentar los dedos con Hanon...

Pensando, recordó que también había dejado de tomar su helado de vainilla diario, había dejado de visitar a los gatos de al lado de casa, había dejado de escoger la ropa para el día siguiente, había dejado de pintarse la sombra negra en los ojos. Había dejado de cuidarse el pelo, de color azul eléctrico pero con las puntas estropeadas. Había dejado de ponerse ropa ajustada y de escuchar "mínimo cinco discos semanales".

Y había dejado de sonreír. Aunque todavía no se daba cuenta.

Texto: Desayuno con Diamantes