viernes, 23 de mayo de 2014

Capítulo 11

Y la encontró. Era como un perrito faldero. Una especie de remolino. No se callaba. La seguía a todas partes. Parecía una niña con zapatos nuevos.

El día que se encontraron ella estaba tan en ruinas que no sentía ni dolor. Se mimaba los mechones del pelo como si le fuera la vida en ello (pues la vida no le iba en nada). Tenía las medias rotas y estaba sentada en la acera, esperando no sabía muy bien el qué. En algún momento tendría que buscar un sitio donde vivir hasta ordenarse las ideas. Y entonces, alguien tropezó delante de sus narices.
Casi desprendía luz. Luz dorada. Y sonreía, sonreía tanto que resultaba molesto. Tenía la voz chillona y los calcetines desparejados. El pelo enmarañado y la nariz respingona. Y sin saber cómo ni por qué acabó llevándosela de la mano a Dios sabe dónde.

- No entiendo por qué estás sola. Tienes las medias rotas ¿lo sabías? Y qué raro llevas el pelo ¡me gusta! Me llamo Cat.

Aquel gato que parecía un perrito y que despertó algo cálido en sus mejillas blancas. Le ardían los dedos que le estaba sujetando y el corazón empezó a latir muy rápido. Ya no recordaba lo que era que latiera. Por fin bombeaba sangre y por fin se sintió en casa. Sin saber por qué.


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