miércoles, 16 de abril de 2014

Capítulo 4

Qué será eso que le entra por dentro, por el estómago, los intestinos o el hígado (quién sabe, la anatomía es otra de esas muchas cosas que nunca se le dio bien) que es como un hormigoneo. No son las típicas mariposas, esas son bonitas, son ganas de potar bonitas. Esto le produce dolor, sufrimiento, ganas de llorar. Nudos en el pelo, en los cordones y ahora en el estómago. Y es cada vez que cotillea. Esas veces que leemos lo que no queremos leer. O cada vez que analiza una mirada y ve reflejada una felicidad ajena, lejos, que no es provocada por ella. Porque está llena de egoísmo en esas maneras tan generosas. Y le duele saber que es tan mala, le duele ver que no es capaz de soportar que el resto sean felices y ella no. 
Ese miedo al olvido y a que los demás no la necesiten quizá es lo que la hace tan dura, tan fría, tan egocéntrica. Que todo tiene que girar al rededor de ella, que tienen que tratarla como a una princesa. Porque si no, si no se emberrincha, se enfada, grita y llora.
Y una gritona y llorona no provoca felicidad. Provoca náuseas.
Por eso, mientras se muere de celos, de furia, de enfado tonto (porque nadie está celoso de algo que no es real), intenta respirar y pensar en otra cosa. Al fin y al cabo, todo eso ya es pasado. Es presente para otros, para el resto, pero para ella el tiempo se ha dividido y retando a Einstein, se ha abierto una nueva línea, paralela a todo ese remolino, y la piensa seguir. Como una Dorothie, pero sin baldosas amarillas.

- Hola
- Hola
- ¿Qué tal?
- Bien y tú?
- Bien.
- Me alegro.
- Y yo.

Quizás allá donde se va encuentre conversaciones algo más interesantes. No va con muchas confianzas de toparse con eso que llaman "amigos", pero le llega con cambiar de aires. Con que el aire cambie. Aunque el sol brilla le parece que es gris, así que busca un viento gélido que le despeje, que le rompa la piel de las mejillas y le encienda la nariz. Que le haga sentir que está en contacto con el mundo y la saque de esa bolsa de plástico en la que vive.
Es como un hámster, tiene su jaula, con su rueda, su comida y un tubo con agua. Sus padres le dan lo que necesita y tendría más si lo pidiera, pero nunca ha sido de caprichos, y eso que hay muchas cosas que le gustaría tener. Es más fácil vivir con lo mínimo siendo un fantasma o casi un alma (en pena) que vaga por ahí, sacando notas nibuenasnimalas, destacando más bien poquito y ya.
Y si se va a marchar, a quién le importará. Cogerá un tren (los buses no le gustan demasiado) y se irá. En vez de maleta llevará mochila, y estará medio vacía, es mejor ir llenándola cuando surja. Medio vacía como ella.
Y con el paso del tiempo espera que alguien llegue y le llene el cuerpo, el alma y la mente con algo cálido.

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