lunes, 9 de junio de 2014

Capítulo 13

Y lloró tanto que se iba a secar.
Es como si alguien cogiera y te arrancara algo de ti. No algo físico como un brazo o una pierna, es algo sin lo que no puedes seguir. Se llevan tu risa.. Se llevan tus chistes y tus buenas noches. Se llevan los golpes en el brazo y las tardes de domingo.
Es como si tuvieras un agujero negro a la altura del estómago. Un veneno que te carcome desde dentro.
Y ya no tienes ganas de comer. Y cada vez vistes más de negro. Te encariñas de los colores fríos y el sol te molesta. Las risas de otros te resultan vacías. Y dejas de querer hacer lo que te gustaba.
Dicen que su abuela estuvo igual, que cuando murió el abuelo dejó de ganchillar y de leer. Que mantuvo el luto más de lo normal y que dejó de tomar pasteles.
Al principio dormir era un consuelo, pero cuando los sueños se convierten en pesadillas ya no hay nada que hacer. Si no puedes ser feliz ni en tu propia mente no puedes serlo fuera. Huyes de los monstruos que te creas tu misma, y te acabas encerrando en una cárcel de sábanas y de autocompasión.
Tabaco, alcohol y tristeza. Tres drogas a las que puedes volverte adicto en un abrir y cerrar de ojos. 
Una por hacerte la rebelde. Otra por hacerte la adulta. Y la última y peor, por hacerte ilusiones.

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